100 Luck and the Dragon Tamer Skill! Arco 4-96.2

Capítulo 96: El Ritual Nundaba (Parte 2)


"No se preocupe, Sir Kataryna, todos nuestros templos son resguardados por poderosos guerreros, y las cámaras en las cuales rezarán solo pueden ser abiertas por un sacerdote de confianza elegido por ustedes. Si alguien se atreve a abrir la puerta sin mi aprobación, los otros sacerdotes lo escucharán y tomarán acción de inmediato."

Justo cuando iba a comentar la posibilidad de un intento de asesinato a la Princesa, me miró y dijo "Sé que es lo que quieres decir, Seryanna, pero este es un riesgo que estoy dispuesta a tomar si eso significa acortar la distancia entre nuestras dos naciones."

La determinación en sus ojos brillaba como una gran estrella. Nada de lo que hubiese dicho la haría cambiar de opinión. Además, a menos que algo realmente peligroso ocurriera, interrumpir o rehusarse a participar en esta prueba pondría una mancha en la confianza que el Emperador tenía hacia nosotras y sobre toda la raza draconiana.

"Seguiré sus órdenes."

"Bien. Ahora, Gran Sacerdote Klen'Ashin'Tark, ¿qué debemos hacer con exactitud?"

"Eso es simple. Escogerán un Dios o Espíritu de su agrado y luego se quedarán dentro de la Sala de Oración por tres días enteros. Será utilizado un reloj de arena para medir el tiempo. Tendrán la obligación de voltearlo una vez que la arena haya caído por completo. Se les será dado un libro de oraciones para su especifica entidad cuando caiga el primer grano de arena. Tendrán el deber de leerlo una vez por día. Si no saben cómo leerlo, les asignaremos uno de nuestros acólitos para que lo lean para ustedes y ustedes repitan lo que diga."

"¿Tendremos que hacer esto por tres días sin dormir?"

"Sí. Ahora, ¿quieren escuchar el nombre de todos nuestros Dioses y Espíritus guardianes?"

"No habrá necesidad. Kataryna, tu tomarás el Dios de la tierra, y Seryanna, tu tomarás el Dios del Fuego. No tendré otra elección que quedarme en el medio de la Plataforma de Alma, pero creo que esos dos son los más compatibles con sus elementos."

"¿Dios de la Tierra? ¿No hay uno del hielo?" preguntó Kataryna.

"¿De hielo? No. El hielo solo es agua congelada. ¿Por qué tendríamos un Dios del Hielo? El Dios del Fuego controla la temperatura de todas las cosas. Es a él a quien rezamos para que nuestras cuchillas se calienten en la forja y sean propiamente templadas en agua." Nos explicó con gran entusiasmo el Gran Sacerdote Klen'Ashin'Tark, casi como si intentara convencernos lo maravillosa que era la deidad a la que rendía adoración.

"Exacto. Además, creo que el Dios de la Tierra será el que mejor se ajuste a ti. Gran sacerdote, ¿sería tan amable de explicar a mis Caballeros lo que les espera dentro de los templos?"

"¡Por supuesto! Dentro de la Sala de Oración del Dios del Fuego, la temperatura se elevará y descenderá cada hora, algunas veces llegando a valores insoportables. Muchos dwarfs fueron forzados a abandonar la Sala de Oración a las pocas horas de entrar. En la Sala de Oración del Dios de la Tierra, serán expuestos al misterioso silencio de las cuevas abandonadas. La única canción que escucharan será el desplazamiento de la tierra y su propia respiración y latidos. Una vez un humano se atrevió a quedarse dentro de la cámara más de un día y salió completamente loco. El pobre hombre estaba gritando acerca de regresar a un raro lugar llamado ‘Japón’ para convertirse en algo llamado ‘esclavo corporativo’."

"Debió haber sido un héroe humano." Dije.

"Bueno, ninguno de nosotros los dwarfs nos molestamos con él en gran medida. Era un tipo extraño que clamaba algún día gobernar el mundo con un harem personal a su disposición. Mala suerte para el que era impotente en su cabeza."

"Eso suena interesante. ¿A qué se refiere con impotente de su cabeza?" Kataryna preguntó con una sonrisa en sus labios.

"Bueno, la historia dice así. No mucho después de que los héroes humanos aparecieron, una hermosa doncella dwarf se enamoró de él por alguna extraña razón conocida solo por los espíritus, pero él nunca la tocó incluso cuando ella se le aventó desnuda. Su cuerpo reaccionó, pero su mente no parecía entender el concepto de ‘placer sexual entre un hombre y una mujer’. Al final ella lo pateó en su hombría y se fue a buscar a alguien de quien enamorarse. El pobre hombre, sin entender que había sucedido, vino buscando mi ayuda, y le dije que utilizara una de las Salas de Oración."

"¡Hahaha! ¡Que gracioso!" Kataryna se echó a reír.

"¿Hm? Alkelios casi terminó de esa manera también…" fruncí mi ceño.

"No, mi amiga, ese sujeto NUNCA hubiese terminado de esa forma. Primero, a diferencia del tipo que el Gran Sacerdote mencionó, Alkelios desde el principio estaba bastante atraído por ti. Solo tenía mucho estrés acumulado sobre sus hombros. Eso es todo."

"¿Oh? ¿Saben de alguien que pasó por un predicamento similar?" El Gran Sacerdote nos miró con grandes ojos curiosos.

"Similar, tal vez…" Asentí. "Pero lo superó."

"¿Cómo lo superó? ¿Podría decirme?"

"¡Tuvimos una larga charla acerca de cómo él veía las cosas LUEGO de darle la paliza de su vida!" Respondió Kataryna con una sonrisa.

"¿Le diste una paliza?" el sacerdote no esperaba una respuesta así.

"Hasta que se calmó, sí. De otra manera, no me habría escuchado."

"De no ser por ella, dudo que hubiese podido hacer algo para ayudar a mi marido a salir de su predicamento."

"Aunque creo que depende del individuo. Es mucho más importante llegar a ellos en un estado en el que estén dispuestos a escuchar lo que digas y entonces hacer una decisión sin los temores que puedan anclarlos en su depresión." La Princesa dio su opinión al respecto.

"Esto en verdad es fascinante, y no parece que ninguna de ustedes se encuentre preocupada por pasar 3 días enteros en las Salas de Oración."

"¿De qué se supone que debemos preocuparnos?"

"Estoy de acuerdo. No tenemos nada que temer."

Seguimos charlando de esa forma en nuestro trayecto por las estrechas y a veces torcidas calles de la capital dwarf. En el camino, reunimos muchas miradas de curiosidad, entre las cuales los niños parecían ser los más emocionados de vernos.

Éramos algo raro para ellos.

Pero lo que hizo esta situación aún más inusual era que el Gran Sacerdote Klen'Ashin'Tark era un dwarf que prefería juntarse con la gente plebeya en lugar de solo estar en los círculos de la clase alta. Mientras que unos nobles le veían feo por decirle a los invitados del Emperador que caminaran hasta el Patio del Templo, ciertamente no nos importaba. La Princesa incluso sacó a relucir que este dwarf estaba haciendo una acción inteligente. Ganándose el favor de la gente normal, se vuelve más difícil que sus enemigos entre los nobles intenten tomar su vida o forzarlo a hacer algo que el mismo desaprueba.

El Gran Sacerdote Klen'Ashin'Tark era un dwarf inteligente que no solo se preocupaba por su persona, sino de todos aquellos a su alrededor. Por lo que podía ver, el era el tipo de individuo que no podrías llegar a odiar, al mismo tiempo que no podrías permitirte tener como enemigo. Si este dwarf terminaba aprobándonos, entonces las negociaciones con el Imperio Trindania procederían de una forma magnífica.

El Patio del Templo tenía en el medio una plataforma circular de tres metros de altura. Desde arriba el Gran Sacerdote usualmente llevaría a cabo sus ceremonias, las cuales involucraban a todas las deidades que veneraban. Desde mi perspectiva, solo era un gran pedazo de piedra cortada perfectamente como un círculo con los bordes redondeados, nada mas y nada menos. No podía sentir ningún tipo de energía divina emanando de ella, tampoco podía ver que tenía de especial, pero la religión y el culto tenían sus propias maneras de hacer creer a otros que incluso la mas insignificante de las cosas poseía gran valor.

Los templos mismos estaban de cara con sus puertas frontales hacia la Plataforma del Alma. Fueron construidas en forma de semicírculo. De izquierda a derecha, estaban acomodados de la siguiente forma: Templo de los Espíritus de los Líquidos; Templo de los Espíritus de los Metales; Templo del Dios de la Tierra; Templo del Dios del Fuego; Templo de los Espíritus de las Joyas; y Templo de los Espíritus de la Naturaleza.

Cuando llegamos al Patio, me acordé de los templos del Continente Dragón. Eran tan grandes como para hacer sentir a un dragón como yo en casa, con arcos grandes y columnas impresionantes decoradas con escenas esculpidas de mitos y leyendas. Me hacía sentir que puse pie en otra ciudad, una gobernada por gigantes en lugar de dwarfs, y era mas impresionante cuando pensabas en lo cercanos que se encontraban los techos de los suelos en sus hogares.

La entrada de cada templo nos daba la bienvenida con puertas de piedra inmensas junto con un par de dwarfs robustos. Intentaban verse intimidantes, pero se encontraban muy por debajo de nuestro Número de Poder. A lo mucho, podía verlos solo como alarmas ruidosas en caso de que ocurriera algo, pero definitivamente no como una fuerza a reconocer.

"Sir Seryanna, Sir Kataryna, un acólito llegará en unos momentos para escoltarlas a los Cuartos de Oración del templo de su elección. Ahí, se les enseñará a pronunciar adecuadamente las palabras de nuestras oraciones. Para su Alteza, por favor permítame escoltarla a mi oficina. Personalmente la ayudaré con las oraciones. Una vez que lleguen sus togas, los acólitos se irán y una sacerdotisa vendrá para ayudarlas a cambiarse."

"¿Toga?" dije frunciendo mi ceño.

"Es el nombre que le damos a esta peculiar prenda. Es una tela más o menos semicircular puesta sobre los hombros y enrollada sobre el cuerpo. Cada dwarf tiene una toga ceremonial para varios rituales, pero dado que ustedes apenas llegaron a este continente y no están acostumbradas a nuestros rituales, no espero que tengan una de sus medidas, por lo que enviaré a alguien que las prepare para ustedes. No hay necesidad de medir nada, solo conociendo su altura y complexión es suficiente."

"En otras palabras, ¿primero esperaremos en nuestras habitaciones hasta que llegue la toga y empiece el ritual?" preguntó la Princesa.

"En efecto. Mientras las togas son preparadas, ustedes tres serán enseñadas en como orar apropiadamente."

"Entiendo. Entonces, por favor guíenos."

La oficina del Gran Sacerdote estaba localizada en el espacio entre el Templo del Dios del Fuego y el Templo del Dios de la Tierra. Era una gran y espaciosa habitación con una pequeña ventana en la parte de atrás, donde se mostraba un hermoso jardín de flores. La encargada del jardín era la esposa del Gran Sacerdote.

No mucho después de entrar a la oficina, dos acólitos llegaron para guiarnos a Kataryna y a mi a nuestras respectivas habitaciones. Un poco reacia, seguí las órdenes de su Alteza y me separé de ella. La vería de nuevo al término de nuestro ritual, en tres días.

El Cuarto de Oración del Templo del Dios del Fuego estaba al fondo del edificio, y tan pronto puse un pie adentro sentí una ola de calor bañando mi armadura. El acólito lo encontró insoportable al principio, por lo que necesitó un momento para ajustar su temperatura. Yo no tuve ningún problema, dentro de mi armadura, la temperatura no era mas alta que la de un río en un caluroso día de verano.

La habitación misma tenía una forma circular dentro de la cual había muchos Cristales Mágicos encantados con hechizos de fuego que elevaban la temperatura a su alrededor. El suelo estaba rodeado por un foso de lava, y la única forma de cruzarlo aparte de saltar o volar, era usando un puente de piedra que el acólito conjuraba con su magia.

Cuando pisé en el centro, miré arriba y vi el claro cielo azul. Era como si estuviese mirando desde adentro de un volcán, con la temperatura concordando con ese ambiente.

"Lady Seryanna, esta es la Habitación de Oración del Dios del Fuego. Ahora la instruiré en cómo utilizar este Libro de Oración. ¿Le parece bien si comenzamos?"

Parecía ser un joven adulto por su aspecto, pero su sonrisa era forzada. No había duda de que preferiría estar en cualquier otro lugar que en esta olla de cocina gigante. Su ropa se estaba empezando a mojar, y tenia un poco de dificultad para respirar en este aire.

"Empecemos."

"¡Maravilloso!" el hombre sonrió y conjuró dos bultos de piedra que usaríamos como asientos.

En el momento en que abrió el libro, fruncí mi ceño. A pesar de que podía leer los caracteres gracias a la Bendición de la Diosa Amber que cubría todo el continente, no podía entender las palabras en sí. No significaban nada para mi y sonaban como un montón de algarabías.




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