100 Luck and the Dragon Tamer Skill! Arco 4-109.3

Capítulo 109: Como Ella Era Vista por Otros (Parte 3)


"¿Estás bien?"

El chico miró al borracho borrándose en la distancia. Las palabras del sujeto debieron tocar el corazón del niño. Eran unas palabras bastante crueles dirigidas a alguien de su edad, pero dejarlas que te afecten o no era tu decisión.

"Alkelios…"

"¿Sí?"

"¿Qué opinas del Imperio Akutan?"

"¿Qué parte?"

Pensó un poco sobre que responderme "La gente… desde los plebeyos y Héroes Humanos hasta los nobles y… la forma en que tratan a los demás."

"Hm. Esa es una pregunta difícil de contestar." Dije y luego miré a Ildea y Coshun, interesados en mi respuesta. Después de todo, todos eran parte de la realeza de cierta forma. También querían saber mi opinión. "Conozco muy poco, casi nada del Imperio Akutan como para declarar algo con absoluta certeza, pero de lo que oído y lo que se, ni ese lugar ni este Ten Swords parecen ser un buen lugar para vivir. El Reino Albeyater, en comparación, es un lugar mucho más cómodo. Hay mucha gente ahí y las ciudades no son tan olorosas. Puedo extender mis alas sin la necesidad de preocuparme por sobresalir o tener miradas de odio encima. Puedo decir que la idea de esclavitud es una que en lo personal no apruebo." Miré a Tamara, quien me miraba con sus orejas levantadas "Aquellos como yo, Héroes Humanos, fueron nacidos y criados en un mundo donde tales cosas eran un vestigio de la sociedad. Sin embargo, el mundo en el que vivimos, puede ser visto por nosotros como un fragmento de nuestro pasado."

"Siento que me dijiste algo muy importante, pero aún me dices tu opinión sobre los ciudadanos del Imperio Akutan. ¿Los consideras enemigos o aliados?"

"Ninguna. Solo son ciudadanos de un país distante con el que no tengo conexiones. No puedo odiar a alguien que nunca he conocido solo porque pertenecen a otro país. Si eso fuera verdad, debido al pasado entre el país donde fui criado y el de Kalderan, debería haberlo odiado y pensar como si fuera el más vil y odioso hombre en el planeta."

"Cierto…" dijo Kalderan.

"¿No te preocupa mantener el honor de tus antepasados?"

"Nuestros ancestros no viven por nosotros. Ellos tuvieron sus propias vidas durante la cual siguieron sus propias decisiones y deseos al igual que nosotros en el presente. Si decidimos odiar a alguien debido a las acciones de sus padres o abuelos, entonces no somos mejores que ellos. Los pecados del padre son los del hijo, esto… es un dicho estúpido que destruyó familias, provocó guerras, y resultó solo en la muerte de inocentes."

"Sabias palabras, pero la realidad no es tan amable como eso. Olvidar tu resentimiento no es algo tan sencillo." Dijo Ildea.

Mirandola a los ojos, dije "Ya sea amar u odiar a alguien es tan sencillo como apretar un botón, o en tus palabras, es tan sencillo como desenfundar tu espada. Si terminas usándola para atacar o proteger es una elección que solo tú puedes hacer, nadie más. Ildea, ahora mismo, tengo el poder de conquistar este país y más. También tengo el poder de traerle la ruina y matar a todos aquí, pero esa es una elección mía. Elijo como manejar mi poder, no mis padres ni mis abuelos. Incluso si mi esposa estuviera aquí rogándome hacerlo, al final, aun seria mi decisión."

Puede que mis palabras fueran un poco profundas o algo hirientes, pero era algo que muchas personas que conocía en la Tierra tenían bien presente. Es verdad, actuar de acuerdo a ellas algunas veces no era tan fácil debido a que los humanos tendían a ser abrumados con facilidad por sus propias emociones. Odio, miedo, desesperación, todas estas eran emociones vitales que podían forzar a alguien a jalar el gatillo de su arma. Pero incluso así, el dedo presionando el pedazo de metal era suyo, no el mío o de alguien más.

Cuando me encontraba en el Bosque Seculiar, tuve mucho tiempo para pensar en lo que quería hacer cuando regresara a la capital. Debido al peligro del hechizo [Itsy Bitsy BOOM!], tenía que tener precaución extra sobre dónde y cómo iba a utilizarlo. En un momento de furia, fácilmente podría arruinar las vidas de miles y dejar una cicatriz en el mundo de formas inimaginables. La cantidad de poder que solo este hechizo poseía no era algo con lo que se pudiera jugar. Cada vez que lo utilizaba, siempre pensaba a fondo si valía la pena o no.

En aquel momento cuando destruí el ejército de insectos, estaba muy consciente de que no había otra forma de detener su avance hasta el Bosque Seculiar, donde perdería el rastro de muchos de sus soldados. De haber sido una planicie lozana, habría dudado hasta el último momento, y tal vez luego de consideración cuidadosa, la lanzaría. Dado que el desierto era extenso y árido, me sentí más tranquilo al desatar el ataque.

Cuando estaba en la capital amenazando a todos con ella, la mayor parte del tiempo fue solo una demostración, pero incluso entonces… estallar esto, matar a tantos draconianos, no podría hacerlo a menos que me librara del acto de vivir también…

Fue algo bueno que eso nunca sucedió.

Era por eso que creí que mis palabras no eran simple filosofía. Fui puesto a prueba durante esos momentos, cuando elegia tirar del gatillo y cuando no. Mis manos podrían estar manchadas con la sangre muchas almas, pero al menos, la mayor parte del tiempo, quería estar seguro de que lo hice fue gracias a mi propia elección.

Una vez que la hazaña estaba hecha, culpar a otros o a la hazaña misma no era mas que correr de la responsabilidad y culpa de uno mismo.

"Ya veo… no sé qué decir…"

"Solo espera no terminar nunca en una situación donde seas forzada a dar la orden de asesinar a miles de personas entre las cuales podría haber tanto inocentes como criminales. Ese tipo de decisiones no son sencillas… y tienden a perseguirte por el resto de tu vida." Coshun le dijo poniendo su mano en su hombro.

Ver a los dos de esa forma se sintió… natural de alguna manera.

Nos alejamos de la tienda con la intención de mirar por la ciudad por otra hora o dos hasta que oscureciera. Con el día y la noche siendo mucho mas largos en este mundo, siempre se sentía raro para mí. Las pequeñas 24 horas de la Tierra se sentían increíblemente insuficiente ahora, y me hacía preguntar, ¿cómo alguien podría alcanzar algo en tan poco tiempo? A menos que fueras bien organizado y tuvieses tus objetivos para el día claros, realmente no tenías tiempo que perder.

Un poco antes de llegar a la posada, vimos cuatro de los Caballeros del Reino caminando hacia nosotros con sus brillantes armaduras portando una mirada presumida en sus rostros. Dado que no teníamos ningún altercado con ellos, nos detuvimos y nos quitamos de su camino. Solo necesitarían la menor de las razones para empezar una discusión con nosotros.

Sus armaduras me recordaban mucho a las viejas armaduras Templarias que miré en videojuegos, pero las armas que portaban eran espadas cortas romanas. No había encantamientos en ellas, pero parecían muy bien hechas.

Cuando miré de vuelta, Ildea no se estaba sintiendo muy cómoda con ellos caminando hacia nosotros de esa forma.

Esperé que no tuvieran intención de meterse con nosotros, en cualquier caso, definitivamente no representaban alguna amenaza para nuestro grupo. Como debería decir esto… eran débiles, muy débiles.

Sorpresa, mi esperanza no se volvió realidad, tal vez porque, en secreto, quería conocer su opinión sobre la actual situación en el palacio. Así, el grupo de caballeros se detuvo justo en el medio de la calle mientras uno sacaba un pergamino y empezaba a leerlo.

"Un decreto real ha sido emitido para que los impuestos para Bienes Importados aumenten en una moneda de cobre y el de la cosecha anual en una moneda de plata. Aquellos que fallen en cumplir con la cuota serán puestos bajo contrato esclavista siendo dueño el Reino hasta que puedan pagar su deuda de vuelta."

Una vez finalizado, la gente alrededor empezó a murmurar y susurrar, pero entonces uno de los caballeros dijo algo extraño.

"Sabes, realmente deseo que la princesa no haya escapado… es muy molesto buscar por esa chiquilla. ¿Por qué movilizar al ejército cuando todos sabemos que se perdió y murió en algún bosque del territorio?"

"Señor, todavía se trata de la Princesa Real."

"¿A quién crees que le importa? Ni siquiera el Rey se molestó en encontrar si está viva o no. Además, ahora mismo, no queda nadie en el Palacio Kor que sea leal a ella o a la Reina. Su Majestad ciertamente venderá nuestro Reino a Akutan o tal vez a una de esas nuevas naciones en el norte. Con un poco de suerte, tal vez no seremos forzados a pelear en contra de los dragones al otro lado del océano. Todavía tengo escalofríos de las historias de mi abuelo sobre la última guerra." Dijo escupiendo en el suelo.

Cuando se dio la vuelta, nuestros ojos se encontraron, pero solo nos lanzó una mirada.

"¿Qué estás mirando?" dijo poniendo su mano en la empuñadura de su espada.

"¿Yo?"

Sus ojos luego se movieron a Ildea, quien se escondía tras Coshun.

"¿Son un grupo de Simpatizantes de la Reina?"

Inclinando mi cabeza, pregunté "¿Está mal visto en este reino seguir a la Reina y el Rey?"

"Al Rey no, pero tenemos ordenes de tratar como hostiles a cualquier Simpatizante de la Reina. Hay rumores de que están ocultando a la Princesa. Sería una casualidad que llegases a saber algo ¿no?"

"Oh, supe de un pajarito que quienes la protegen son bastante poderosos como para darle a Brekkar Draketerus, el General Despertado de los dragones en la última guerra, una pelea dura. Me pregunto, ¿pueden ustedes cuatro manejar eso? Pero, solo toma esto como mera curiosidad de un viajero pasante un poco preocupado por su propia seguridad."

El hombre me miró y luego a mi grupo. Cuando sus ojos se posaron sobre nuestras armas y armaduras, se dio cuenta de que todos éramos poderosos aventureros que no debían ser provocados.

El caballero sabía que no podía contra todos al mismo tiempo, así que, tragando saliva, dijo "¿Eres tú de quien el ave estaba hablando?"

"No señor. Somos, como dije, un grupo de viajeros cansados buscando por un lugar decente para quedarnos en esta ciudad. ¿Sabrá usted de algún establecimiento?"

"¿Huh? ¿Por qué habría de? ¡Búsquenlo ustedes mismos!"

"Señor, ¿qué debemos hacer?" le preguntó uno de sus caballeros.

El caballero me miró a mí por un momento largo, mientras yo seguía sonriendo sin liberar nada de instinto asesino, pero no intenté ocultar la presión de mi fuerza. Mi cuerpo no mostraba aberturas, y él podía notar eso, o más bien… sentirlo.

Un animal débil siempre se sentía en peligro cuando se enfrentaba a un depredador peligroso.

"Vámonos. No hay nada que ver aquí." Susurró y caminó lejos de nosotros.

Una vez idos, suspiré y me volteé para ver a mis compañeros. Todos miraban preocupados a Ildea. Ella estaba agarrando su hombro derecho con su mano izquierda y mirando el suelo con una expresión dolorosa. Su cuerpo estaba temblando un poco, y su mano derecha estaba apretada en forma de puño.

"¿Estás bien?" preguntó Coshun con un tono amable.

Ildea no respondió.

"No debes preocuparte por lo que dijeron." Dijo Kalderan.

"…"

"Tiene razón… solo son un puñado de debiluchos."

"Pero… yo también soy débil…" ella lo miró y había un par de lágrimas en sus ojos.

El dragón trago saliva sin saber que decir al principio, pero entonces, con un movimiento cuidadoso, le limpió las lágrimas.

Frunciendo su ceño, habló con un tono suave de voz "No… eres fuerte. Si es fuerza física lo que deseas, entonces yo tengo de sobra."

"¿Por qué dices eso? Mi madre está en peligro, no tengo más súbditos, y nadie se atreve a jurarme fidelidad… soy una princesa sin una corona, una Reina sin un Reino."

"Sabes, Ildea. En Albeyater, y en la mayoría de los reinos draconianos, la Reina es quien sostiene las riendas del Reino. Mientras tanto, el Rey da las órdenes al ejército, pero sin la aprobación de su Reina, no puede marchar hacia nuevas batallas y es forzado a permanecer a la defensiva. Ildea, eres fuerte. Sobreviviste a un intento de asesinato y aun deseas ir de vuelta a la capital a salvar a tu madre. Si fueras débil, ya habrías escapado de este país."

No había nada que pudiera agregar a sus palabras. Concordaba completamente con ellas, al igual que los otros. Todo lo que restaba era esperar a que Ildea las rechazara o las aceptara como verdad y que dejara que su ser empuñara esa fuerza interna que siempre poseyó. Aunque aún quedaba por verse el cómo la utilizaría.

Ildea no respondió, pero pudimos observar que las palabras de Coshun llegaron a ella.

Me sentí un poco incomodo estando ahí en el medio de la calle sin hacer nada, así que decidimos regresar a la posada por lo mientras. Ildea necesitaba arreglar sus sentimientos, y los niños necesitaban un descanso de toda esta caminata. Dromura se recuperó bastante rápido, pero esa no era razón para arrastrarla a ver tiendas todo el día.

Una vez de vuelta en la posada, reservamos una mesa en la taberna del primer piso y pasamos la mayoría del tiempo ahí hasta estar cansados para irnos a dormir. Al siguiente día nos despertaríamos temprano para dirigirnos hacia la capital Ten Swords. Nuestro viaje hasta ahí probablemente tomaría una semana a lo mucho, pero tenia el sentimiento de que un viento de cambio estaba soplando a través de este país. Si el Rey de Ten Swords probaba ser un sujeto desagradable, tal vez al deshacernos de él y obteniendo el favor de la Reina, ¿también podríamos ganar un aliado para el Reino Albeyater? Eso definitivamente resolvería dos problemas de un tiro.




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