100 Luck and the Dragon Tamer Skill! Arco 4-86.1
Capítulo 86: Los Esclavos del Pueblo Mashat (Parte 1)
[Punto de vista de Seryanna]
Volé por el cielo en mi forma de mitad bestia, aleteando mis alas mientras ganaba velocidad, y con cada momento que pasaba, me acercaba más y más al Pueblo Mashat. No faltaría mucho para que tuviera a la vista el asentamiento relliar, de haber utilizado un carruaje como transporte, lo más seguro era que me habría tomado 2 días el llegar a mi destino.
Los bastardos que tomaron a mi bola de lindura esponjosa probablemente ya habían dejado este lugar, pero no me encontraba aquí para extender mis cortesías al Imperio Akutan. No, mi meta era simple: encontrar el escondite humano, quemarlo hasta los cimientos, y sacarles la información a los bastardos que se atrevieron a secuestrar a los esponjosos relliars de este país.
En si el Pueblo Mashat era tan grande como una pequeña ciudad, extendiéndose hacia el Norte con los molinos de madera y al Sur con granjas de cereal. Un gran muro rodeaba las áreas más importantes del pueblo tales como el mercado, el palacio y la residencia de los nobles. Fuera de eso estaban las casas de los plebeyos, las cuales se dejaban a merced de los monstruos con solo la ayuda de un muro de madera simple.
Estimé que la población sería de más de 20000 relliars. Desde arriba, todos parecían pequeños insectos. Normalmente, uno no pensaría que tal asentamiento podría ser el hogar de un número tan grande. Para todas las especies, con excepción de los dragones, esto era un hecho. Nuestras ciudades eran más grandes, pero tenían menor población comparadas con las de los humanos. Lo mismo pasaba con nuestras villas y pueblos.
La realidad de que el Señor de esta tierra no intentara levantar un muro resistente alrededor de Mashat daba a entender que sus alrededores carecían de monstruos potencialmente peligrosos para la población o que se mantenían en números bajos gracias a los aventureros locales. Cual fuese el caso, no podía aterrizar en las afueras del pueblo y molestarme con apegarme a la etiqueta.
Cuando volé por encima de la plaza del pueblo, doblé mis alas y me dejé caer en medio. Extendí mis alas por un momento breve antes de tocar el suelo y casteé un hechizo de aire para amortiguar mi aterrizaje.
Mi aparición repentina causó una conmoción entre los relliars locales, muchos de ellos corrieron aterrados, mientras que los guardias desenfundaron sus armas y formaron un círculo a mi alrededor. Los miré sin mostrar algún cambio en mi expresión. Estaba buscando por el oficial con más alto cargo entre ellos.
Cuando lo avisté, entrecerré mis ojos hacia él. Era un relliar grande que vestía una armadura de cota de malla y que sostenía un gran mazo en sus manos.
"Estoy aquí bajo el permiso del Rey Kragarr como delegado del Reino Albeyater. Se me dio autoridad completa para investigar un cierto caso. ¿Se encuentran aquí los guardias comisionados por su Majestad?" pregunté hablando en la lengua saraka.
No hubo respuesta, así que decidí acercarme a su líder.
"¡Detente ahí mismo! ¡No te muevas!"
Era una persona sospechosa que arribó de una forma muy extraña. Después de todo, era bastante raro ver a alguien de mi raza pasearse por estos lares fuera del Continente Dragón.
"¿Debería repetirme? Estoy aquí…" estuve a punto de decirlo de nuevo, pero el relliar con la autoridad más alta me gritó de vuelta.
"¡Deja de escupir mentiras, lagartija voladora! No hay manera…" en esa fracción de segundo cuando dijo eso me moví en frente de él.
Para el tiempo en que el relliar se dio cuenta de lo que estaba pasando, yo estaba de pie a una palma de distancia viéndolo con mi mirada perforante.
"¡HIIII!" gritó y retrocedió.
Que cobarde.
"Si quisiera asesinarte o hacerte algún tipo de daño, lo habría hecho con facilidad en nada de tiempo, como te habrás dado cuenta. Estoy aquí atendiendo asuntos importantes que le conciernen a tu nación y a la mía. Si no quieren ser juzgados como traidores hacia el Reino Sarakus y enemigos del Reino Albeyater, les sugiero que guarden sus armas y retrocedan. ¡AHORA!"
Se miraron por un momento y tragaron saliva, sin saber que deberían hacer. Sin ninguna otra prueba, solo podrían tomar mi palabra como autenticidad, pero había un individuo que podría hacer que cambiaran de parecer. Era el oficial de más alto rango aquí, el relliar cobarde que estaba ante mis pies.
"¿Qué dices? ¿Te entrometerás en mi camino mientras actúo bajo las órdenes de tu propio Rey o le dirás a tus hombres que envainen sus espadas?"
"¡B-Bajen sus armas!"
"Bien." Asentí y extendí mi mano para ayudarlo a levantarse.
El relliar dudó, pero la tomó y se levantó.
"¿P-Por qué estás aquí?"
"Estoy investigando los recientes secuestros de relliars. ¿Tienen alguna pista al respecto?" les pregunté, a pesar de que ya sabía dónde estaba lo que buscaba.
Esto solo era un pequeño juego para ver si él era alguno de esos corrompidos por los humanos. Si me hallaba con que era cierto, no me importaría romper sus extremidades y entregárselo a caballeros que sean leales. Incluso si el Señor de esta tierra estaba corrompido, entonces me iba a divertir un poco rompiendo piernas y destruyendo edificios.
Asintió.
"Sí… En realidad, creemos que ocurre algo sospechoso dentro de la Iglesia del Panteón de Zeus, pero no tenemos permitido mirar adentro e investigar. Temimos que, si lo intentábamos, haríamos enojar a los delegados humanos y ocasionáramos una guerra con ellos."
"¿Es así?" dije y miré a los guardias, quienes luego de dispersar a la multitud decidieron juntarse alrededor de nosotros.
"Si, y hace apenas dos días, el Obispo Marconium Bassar se detuvo en Mashat y luego se fue junto con un convoy comerciante. Quise revisar sus carruajes, pero me recordaron que no poseía la autoridad para hacerlo…"
Se encontraba frustrado debido a que no fue capaz de hacer algo para detenerlos. La maldita inmunidad diplomática no era algo a lo que cualquiera podría oponerse. Al actuar en contra de los representantes de otro país, cualquier daño hecho podría liderar a un acto de guerra.
Mientras que esto era verdad, en este caso se trataba del Imperio Akutan, el más alejado del Reino Albeyater. Era un país que nunca aceptó el cese al fuego y que incluso ahora era considerado que estaba en guerra activa con nosotros.
Viéndolo desde este punto de vista político, uno podría decir que yo tenía todo el derecho de cometer cuantos actos de guerra quisiera en contra de ellos.
"Llévame a esta dichosa iglesia de ellos."
"P-Pero…"
No había duda de que temían las repercusiones políticas que podrían resultar si quebrantaban el acuerdo sin ninguna prueba substancial que respaldara sus acciones.
"Estoy de pie hoy como un miembro político de los delegados del Reino Albeyater, no del Reino Sarakus." Le mostré una sonrisa, y con esto entendió que es a lo que me estaba refiriendo.
Diez minutos después, llegué al frente de la iglesia. Era un gran edificio hecho de piedra y se miraba por un gran margen más costoso y rico que cualquiera de los otros templos y edificios de alrededor. O bien recibieron una gran cantidad de donaciones o se les dio una cantidad decente de fondos de su país de origen.
"¿Hay muchos relliars creyentes en este pueblo?"
"No… Creemos en la existencia de sus dioses, pero nosotros tenemos el propio al cual rezar."
"Eso es bueno. Ahora háganse para atrás."
Había dos humanos armados en la entrada, cada uno tenía una espada y vestía una armadura de placas pesada.
"No se permiten dragones."
Les mostré una sonrisa y desenvainé a Drachenkrieg. Con un solo tajo los envié a los dos contra los muros de la iglesia. Las paredes de piedra se resquebrajaron y se formó un cráter donde cada uno golpeó. El ataque los dejó inconscientes, y me aseguré de no darles con el borde filoso. Si lo hiciera, los pobres haraganes habrían terminado en varias piezas.
Las puertas estaban abiertas, así que no me tuve que molestar en tumbarlas.
Adentro miré un montón de estatuas representando a los dioses que los humanos veneraban, y justo al final, había un altar con un sacerdote sentado en frente.
"¡¿Quién está ahí?! ¿Qué quiere de nosotros?"
"Hm~ Solo revisar tu sótano~"
"¡Tonterías! ¡Tenemos un acuerdo que previene al Reino Sarakus de hacerlo! ¿Deseas provocar un conflicto internacional?"
"¿Hm~? Pero nuestros países ya se encuentran en guerra, ¿me equivoco~?"
"¿Q-Que? ¡¿Quién eres?! ¡Identifícate!"
"¡Mi nombre es Seryanna Draketerus! ¡Soy una duquesa del Reino Albeyater, y he venido a tomar lo que me pertenece!"
Cuando me empujé hacia adelante, se formó un remolino de viento, y golpeé al sacerdote con mi puño directo en el estómago. Jadeó por aire y salió volando hacia el muro de atrás. Como un cuerpo sin vida cayó al piso, mostrando el blanco de sus ojos, pero aún seguía vivo.
"¡Ahora entonces!" me dije y busqué por la escalera que llevara hacia abajo.
En el sótano, me encontré con una gran puerta de metal, la cual corté por la mitad. Detrás de ella había una escena tomada de un escondite de bandidos. Un manojo de humanos con aspecto de rufianes me estaba observando con sus armas preparadas. En el fondo, había más o menos diez mujeres relliars desnudas. Estaban temblando y tenían sus orejas contraídas en la parte de atrás de su cabeza. En el medio de la habitación había un par de mujeres con respiración irregular y mirándome con ojos vacíos.
Todas traían puesto un collar de esclavos, y no tenía que mirar dos veces para darme cuenta de que algunas de ellas habían sido brutalmente violadas. Lo salvaje de estos seres idiotas simplemente me daba asco. No había manera de que los fuera a dejar con vida, pero aun así tenía que mentir…
Mientras las llamas de mi espada bloqueaban la salida, los miré como si estuviera mirando un montón de basura y les dije en el lenguaje sarako "Díganme donde está su jefe, el Obispo Marconium Bassar, y puede que los deje con vida."
"¿Esta mujer piensa que puede ordenarnos?"
"¡Mátenla!"
"¡Vamos a ponerle un collar de esclavo también y a tener un poco de diversión con ella! ¡Las mujeres se supone que son los juguetes de los hombres de cualquier manera!"
"¡Si! ¡Ella se venderá bien! ¡Mira esos pechos y caderas!"
"Meh, no me gustan las alas. ¡Hay que cortarlas!"
"¡Tonto! Se venderá por más si se las dejamos. ¡Sabes que hay nobles que prefieren más las bestias que los humanos!"
"¡Cierto! ¡Cierto! ¡Vamos a venderla! ¡Podemos con ella! ¡Solo es una mujer contra todos nosotros!"
Cada uno reveló que tan tonto y estúpido era con las palabras idiotas que salían de sus bocas. Estos especímenes humanos eran peor que la basura. Eran peor que un virus, solo marionetas de carne con una vara entre sus piernas que necesitaba ser cortada. Incluso los consideraría salvajes de baja categoría.
Me apresuré hacia el más cercano y lo corté a la mitad desde su cabeza con Drachenkrieg. Al siguiente lo pateé en la entrepierna con mi bota estampándolo en el techo. Cuando iba cayendo lo decapité.
Mis ojos se posaron entonces en aquel a mi izquierda y extendí mi mano para agarrarlo de su rostro, aplastando con toda mi fuerza. Su cráneo quedó aplastado y su contenido se desparramaron como una plasta sangrienta desagradable.
"Tres abajo… en menos de diez segundos." Dije mientras gentilmente tocaba al cuarto con la punta de mi dedo prendiéndolo en llamas, haciendo que empezara a gritar de dolor.
Para evitar que corriera por los alrededores, le corté sus piernas.
"Que sean cuatro."
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