100 Luck and the Dragon Tamer Skill! Arco 4-115.1

 Capítulo 115: De Sueños y Dioses (Parte 1)


[Punto de vista de Seryanna]

Esa noche, luego de irme a la cama, me encontré soñando con un interminable campo de flores. Eran tan hermosas, más que cualquier cosa que haya visto en toda mi vida. Pétalos gentiles de colores elegantes con una gota de rocío acumulada encima revelaban la belleza efímera de su naturaleza. Era como si fuesen gemas bendecidas pintadas a mano por una diosa.

Encantada por ellas, intenté tomar una y olerla, pero no importaba la cantidad de fuerza que ponía en mi agarre, la pequeña flor se rehusaba a separarse del suelo, ni siquiera se deformaba cuando la apreté por accidente.

Pero, mientras estaba siendo cautivada por la belleza de este lugar, la parte dragonesa en mi empezó a dejar volar su imaginación pensando en cosas como que tan maravilloso sería crear una corona de flores con ellas, o quizás capturar la esencia de los pétalos en una botella de perfume. Entonces se reía con la idea de presumírselas a sus amigos dragones cercanos, solo para sonrojarse al preguntarse si su marido estaría encantado por ellos.

De vuelta en Albeyater, nunca fui alguien que se preocupara por tales cosas, pero no es como si estuviera completamente desinteresada. Aun puedo recordar cuan feliz estaba Alkelios el día que me invitó a una cita nocturna, luego de que, bajo el consejo de Kataryna, me arreglé a mí misma. Vestí un vestido de noche verde oscuro, el cual había comprado en un arrebato, y un par de zapatos que parecían elegantes y a la moda entre las dragonesas de la capital. Mi maquillaje y cabello habían sido arreglados por Kleo, con un poquitín de ayuda de Kataryna.

Al principio, no entendía porqué importaba que me pusiera un vestido lindo, que me pusiera maquillaje y arreglara mi cabello como una de las señoritas nobles del Palacio, quienes aún meneaban su cola cuando un dragón apuesto pasaba cerca de ellas, pero luego de ver la expresión de Alkelios cuando me miró, todo se volvió claro como el día.

Caminando por la calle junto a él captando la mirada de los dragones y dragonesas que pasaban me hizo darme cuenta de que, en esta forma, era bonita.

Alkelios también me dijo que era hermosa, y en más de una ocasión me llenaba de halagos, pero realmente no sentía que importaran mucho hasta ese día. Se sintió bien ser bonita, linda, hermosa, encantadora… y más todavía. Alkelios se sintió orgulloso de tenerme a su lado gracias a esto, y yo me sentí complacida sabiendo que podía recompensarlo con algo tan simple como esto.

El encanto de una dragonesa no era algo que podía hacerse fácilmente a un lado, como Kleo me lo había dicho severas veces, era una herramienta y a veces un arma. Sin embargo, el campo de batalla donde era utilizado no tenía nada que ver con sangre derramada ni con enemigos cortados. En este, podías perder la batalla si no hacías nada, no importaba cuan fuerte fueses en combate.

"Me las arreglé para casarme con Alkelios, pero esto no garantizaba que los años por venir de mi matrimonio fuesen pacíficos. Siendo un hombre apuesto, estaba ligado a atraer la atención de otros, y Albeyater no era un país donde se prohibiera la poligamia o poliandria." Me dije a mi misma observando el interminable campo de flores.

Dentro de mi sueño, empecé a caminar hacia el horizonte, preguntándome que podría encontrar ahí, pero al hacerlo, escuchaba la risilla de un niño viniendo detrás de mí. Cuando me giré, no vi a nadie, lo cual era un poco extraño, pero no aterrador. No podía sentir su presencia para nada, así que mi suposición inicial fue que me encontré con alguna especie de ilusión. Al principio, solo había un niño, pero entonces fueron dos, y finalmente tres. A veces las risas parecían rodearme mientras que otras parecía que estaban muy lejos de mí.

Aprendí a ignorarlas mientras caminaba por el campo de flores… hasta que… alguien tiró de mi vestido.

Me detuve, y cuando me giré, miré para abajo y vi a un niño pequeño de no más de diez años, tal vez de doce. Tenía un gran parecido con Alkelios, pero su cabello era pelirrojo, como el mío. Me mostro una gran sonrisa, revelando sus dientes blancos.

"¿Mami? ¿Cuándo volverá papi?" con estas pocas palabras, sentí como mi felicidad se quebraba en mil pedazos.

El mundo empezó a parecerse a mi disturbio interno, viendo como las nubes se expandían y ocultaban los gentiles rayos del sol. Las flores, a pesar de lo hermosas e indestructibles que eran antes, empezaron a marchitarse, un pétalo a la vez. Y el niño, de vestir lo que parecía ser ropa costosa, pasó a tener harapos.

"¿Mami? ¿Por qué corriste lejos a mi mami?" una pequeña niña de cabello plateado, que me recordaba a Kataryna, me preguntó esta extraña cuestión mientras tiraba de mi manga.

En ese momento, mi hermoso vestido verde de antes, con patrones dorados y plateados bordados había cambiado a una armadura de soldado típica, gastada por las constantes batallas y el despiadado paso del tiempo. El cambio fue abrupto, pero sentí como si en realidad hubiesen pasado años desde el momento en que empecé a caminar entre el campo de flores hasta el presente.

"¿Mamá? ¿Fue eso lo correcto?" otro niño me preguntó, pero esta vez, se encontraba detrás de mí.

Me volteé, y en lugar del campo de flores anterior, me encontré en el medio de un campo de batalla. Ahí, en frente de mí, el niño con cabello café oscuro estaba sosteniendo el cuerpo de una mujer humana con una espada saliéndole del pecho.

"Solo porque somos humanos… ¿por qué?" preguntó el niño con lágrimas rodando por sus mejillas.

"Yo… yo no hice esto." Le dije, pero tan pronto terminé mis palabras, caí a través de un agujero a una tierra de oscuridad.

Ahí no había luz, ni olores, no había flores lindas que me alegraran el día, solo un abismo vacío sin nada dentro.

"Yo no lo hice…" dije mientras flotaba sobre este extraño lugar.

Algún tiempo después, una entidad de luz se presentó ante mí y me dijo "No temes a nada de eso, pero estás preocupada de que puedas ser echada a un lado."

"¿Qué?" pregunté sorprendida.

"Es interesante, ¿no lo crees? Este dilema tuyo." La entidad empezó a hablar mientras caminaba a mi alrededor. "Por un lado, te tienes a ti misma con tu amado, pero solo ustedes dos, sin nadie más molestando…" me mostró en su mano una esfera de vidrio reflejando mi vida de casada con Alkelios. "Mientras que, por otro lado, puede que necesites compartirlo, pero… ¿y si empieza a olvidarte? Y si… ¿te hace a un lado?" entonces me mostró una esfera en donde se reflejaba mi persona de pie, sola, en el medio de ese campo de flores. "¿Cuál crees que yo quiero?" la entidad de luz entonces se transformó en Alkelios, y con su amable sonrisa, mi sueño terminó.

Desperté sudando y temblando, pero mientras una chispa de esperanza se encendió en mi corazón, pronto se desvaneció al darme cuenta de que estaba sola en mi habitación a bordo del Galeón Sueño Escorpión. El sol ya había salido, y pude escuchar a los marineros mover cargamento en la cubierta superior. Afuera de la ventana de mi cabina, un pequeño pájaro estaba piando mientras descansaba en el marco. Me levanté de la cama y miré hacia la armadura al lado del escritorio, observando mi propio reflejo en la pulida placa.

"¿Cuál quieres tú, Seryanna?" me pregunte a mí misma al empezar a recordar cada parte de mi sueño.

No había forma de que mi propio reflejo pudiese responder, pero se sintió frio y distante, casi como si realmente no fuera una parte de mí.

Ese sueño era confuso, pero al mismo tiempo, pesaba fuerte en mi corazón, justo como había ocurrido en el Continente Dwarf luego de que accidentalmente cambiara a mi forma de bestia. A pesar de que estaba feliz de poder estirar mis alas y sentir el frío viento acariciando mis escamas, la razón detrás de ello, como Kataryna lo dijo en su tiempo, era una que yo tenía que pensar a profundidad.

Mirando mi mano, la apreté en un puño y me pregunté Si fuese a perder a Alkelios… ¿aun sería libre? O tal vez… ¿temo que no puedo ser libre sin Alkelios en mi vida?

Cerca de una hora después, luego de terminar mi rutina matutina, subí a la primera cubierta, donde Kataryna ya estaba esperando por mí y su Alteza. Los marineros estaban ocupados moviendo cargamento a las cubiertas inferiores, y el Capitán Matthew estaba hablando con un el’doraw acerca de una especie de licor. No me quedé a escucharlos, en su lugar caminé hasta la dragonesa de escamas plateadas.

"Buenos días, Kataryna, ¿qué estás mirando?"

"Buenos días… eso." Dijo apuntando algo en el muelle.

Ahí, cerca del camino, un prestigioso carruaje con seis hermosos caballos estaba esperando.

Con cada relincho los caballos daban la impresión de que eran los seres más majestuosos en existencia, una criatura que solo alguien de sangre real podría atreverse a montar, o al menos, utilizar en un carruaje. El conductor era un hombre de mediana edad con cabello gris atado en una pequeña coleta. Tenía gafas plateadas posando en su nariz, lo que me recordaba más a un mayordomo que a un plebeyo aleatorio contratado para cuidar a los caballos. El carruaje mismo era más grande que uno regular por un gran margen, casi llenando todo el espacio de la calle, haciendo que me preguntara que tan problemático sería conducirlo por una bulliciosa ciudad. Bueno, si lo peor llegara a ocurrir, Kataryna o yo éramos lo suficientemente fuertes para levantarlo y volar con él. A diferencia de los carruajes draconianos, este no parecía pesar tanto, y los caballos no eran Khosinni. Aunque ciertamente se miraban inteligentes y poderosos, caerían presa con facilidad ante una manada de lobos.

"¿Es ese el Caballero Real que mencionó el Señor de la Ciudad?" pregunté cuando vi una figura de pie junto a la puerta del carruaje.

Estaba vistiendo una armadura diferente a la de los caballeros regulares y soldados dentro de esta ciudad. La cresta del Reino Ledmerra adornaba su escudo y el abrigo que tenía puesto encima de su armadura de placas, una armadura de cuerpo completo. La cresta misma era representada por dos hojas de hierba unidas en la base y parte superior, curveadas hacia afuera, formando una figura de corazón, y en medio de las dos piezas de hierba, se dibujaba una espada plateada, empezando con la empuñadura que estaba unida en la parte inferior y luego la cuchilla que traspasaba a través de la punta en la parte superior casi un cuarto de su longitud.

Cuando observé esa cresta, me hizo pensar que, aunque la gente de esta nación pudiera ser vista frágil como una copa de cristal, podían derrotar a sus oponentes como una espada bien afilada alimentada con las emociones que surgían de su interior.

La el’doraw llevaba encima el orgullo de un caballero, y la mirada en sus ojos era firme e inquebrantable, con la creencia de que era fuerte como para enfrentar lo que sea en este mundo. Su cabello rubio estaba atado con una cinta en una cola de caballo, y el profundo verde de sus ojos era ciertamente algo fuera de este mundo, ¿pero su habilidad con la espada estaba a la par con su belleza o simplemente se trataba de otra flor decorativa de la clase alta?

Esa era mi única pregunta.

En algún punto, yo estuve cerca a convertirme en alguien como ella… la flor de un dragón que no le importaba su familia, honor o aquellos que deseaban servirle como Caballero. Pensé al recordar a ese terrible dragón.

"Eso parece. ¿Era Callipso Emerdel?" dije girando mi cabeza a la puerta que guiaba a la cubierta inferior. "¿Has visto a su Alteza?"

"Sigue en su camarote."

"Voy a ir a revisar."


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